Prueba del BMW i4 eDrive40

EXTERIOR

El BMW i4 mantiene un lenguaje de diseño continuista, pero con modificaciones que cobran sentido cuando se observa el coche en persona. Durante la prueba, la evolución más evidente se aprecia en la parrilla frontal semicerrada, propia de los modelos eléctricos de la marca. Ahora exhibe un contorno en cromo mate que suaviza la percepción visual sin renunciar a la personalidad de BMW. Es un acierto: aporta presencia sin recurrir a artificios.

Los nuevos faros LED marcan un cambio más profundo. BMW ha rediseñado el conjunto óptico con una firma lumínica vertical que integra la luz diurna, la posición y el intermitente. En carretera abierta, esta nueva disposición ofrece una iluminación clara y homogénea, mientras que de día aporta un aspecto más contemporáneo. La unidad probada equipaba los faros LED adaptativos matriciales, y en conducción nocturna se agradece la capacidad para abrir el ángulo de luz sin deslumbrar a otros conductores.

En la vista lateral apenas se perciben cambios, pero sí se notan nuevas opciones de llantas —de 19 y 20 pulgadas— con un diseño aerodinámico que influye tanto en el consumo como en la estética. Las de 19 pulgadas instaladas en la unidad de pruebas resultaron un buen compromiso: visualmente algo sobrias, pero beneficiosas para confort y eficiencia.

La zaga sigue siendo uno de los puntos fuertes del diseño. La caída del portón es suave, muy coupé, y transmite esa mezcla entre deportividad y elegancia que BMW busca en este modelo. Las nuevas luces traseras láser, disponibles como opción, aportan un efecto tridimensional muy llamativo al caer la noche, recordando deliberadamente al diseño utilizado en el BMW M4 CSL. No es un cambio drástico, pero sí un añadido visual interesante para quien busque distinguir su unidad.

El resultado general es un exterior más maduro, con detalles afinados que actualizan la imagen del coche sin alterar su esencia: un cuatro puertas de líneas deportivas que se desmarca del aspecto más masivo de algunos eléctricos del mercado.

INTERIOR

Una vez dentro del i4, el impacto más inmediato llega de la mano de la pantalla curva (BMW Curved Display), que combina instrumentación y sistema multimedia en un único conjunto orientado hacia el conductor. En esta actualización, BMW ha reducido aún más los botones físicos, trasladando funciones a la pantalla táctil o al control por voz. Esto mejora la limpieza visual, pero no siempre la facilidad de uso.

Durante la prueba, la climatización —ahora controlada desde la pantalla— requirió un par de interacciones adicionales para operaciones simples. No es un problema grave, pero confirma que la digitalización total tiene un coste en inmediatez. El asistente de voz, eso sí, funciona con claridad, y el nuevo sistema operativo ID8.5 con QuickSelect permite acceder a funciones sin navegar por capas de menús, algo que mejora la usabilidad.

El nuevo volante poligonal de dos radios es llamativo. Su forma es distinta a lo habitual y puede resultar controvertida, aunque en marcha transmite agarre y precisión suficientes. La versión M opcional, con aro más grueso y base achatada, ofrece una experiencia más clásica, pero esta unidad montaba el volante estándar.

En cuanto a materiales, el habitáculo combina Sensatec perforado en los asientos deportivos con molduras en Grafito Oscuro mate. La calidad percibida es correcta y coherente con el posicionamiento premium del coche. La unidad probada equipaba iluminación ambiental mejorada, incluyendo un contorno luminoso integrado alrededor de las nuevas salidas de aire centrales, un detalle que aporta sofisticación sin resultar recargado.

La posición de conducción es baja y envolvente, como en una berlina deportiva. En carreteras largas, los asientos mostraron buen soporte y comodidad. Atrás, la segunda fila es amplia para dos adultos, aunque la forma del techo de tipo coupé limita el espacio para la cabeza cuando el ocupante roza o supera el 1,85 m.

El maletero, con 470 litros ampliables a 1.290, es uno de los mejores del segmento. La apertura mediante portón machihembrado es especialmente útil para equipajes grandes o familiares. Un punto a favor para quienes buscan un eléctrico con verdadera capacidad de uso diario y viajes largos.

SISTEMA DE PROPULSIÓN

El BMW i4 eDrive40 monta un motor eléctrico de 250 kW (340 CV) sobre el eje trasero. El par de 430 Nm disponible desde cero asegura una respuesta contundente, pero no brusca. La aceleración oficial de 0 a 100 km/h en 5,6 segundos encaja con las sensaciones al volante: es rápido, pero su carácter es más gran turismo que deportivo puro.

En ciudad, la entrega de potencia es suave y resulta muy fácil dosificar el acelerador. El coche invita a una conducción relajada gracias a su silencio de marcha y al aislamiento acústico. En vías rápidas, la reserva de potencia permite adelantar con solvencia sin necesidad de hundir el pedal. No se percibe vacío en ninguna zona del cuentavueltas eléctrico.

El consumo declarado oscila entre 15,4 y 19,4 kWh/100 km, cifras realistas teniendo en cuenta la potencia y el peso del vehículo. En conducción variada, se puede circular en torno a la parte media de ese rango sin necesidad de buscar la máxima eficiencia, lo que confirma que el i4 sigue estando entre los eléctricos más equilibrados del segmento.

La autonomía homologada de 468 a 600 km WLTP proporciona suficiente margen para largos viajes, especialmente si se combinan tramos urbanos y secundarios. En autopista sostenida, como en todos los eléctricos, la cifra tiende a reducirse, pero sigue manteniéndose en valores competitivos.

En carga, el sistema admite 11 kW en alterna para uso doméstico —adecuado para recargar por la noche— y hasta 205 kW en corriente continua, lo que permite recuperar del 10 al 80 % en tiempos razonables y comparables a sus rivales directos. El sistema Connected Home Charging aporta opciones de optimización energética si se instala en vivienda con paneles solares, aunque esto depende de equipamientos y mercados.

COMPORTAMIENTO DINÁMICO

El apartado dinámico siempre ha sido una carta fuerte en los modelos de BMW, y en el i4 eDrive40 esto se mantiene. Desde los primeros kilómetros se percibe ese tacto preciso en la dirección y una puesta a punto que busca equilibrar confort y deportividad sin caer en extremos.

La suspensión neumática trasera, de serie en el i4, filtra muy bien las irregularidades y evita rebotes molestos al pasar por juntas de expansión o pavimentos rugosos. En uso cotidiano, esto se traduce en una marcha silenciosa y muy cómoda.

En conducción más exigente, el peso del conjunto —inevitable en un eléctrico de su tamaño— se deja sentir, pero el eje trasero motriz aporta una sensación de tracción clásica que hace el coche predecible. La carrocería inclina menos de lo que cabría esperar por su masa, y la dirección Servotronic, aunque no muy comunicativa, es suficientemente directa para enlazar curvas con ritmo.

Los frenos, gestionados mediante un sistema integrado que combina hidráulico y regeneración, ofrecen una transición suave entre ambas fases. No hay saltos bruscos al frenar suavemente, algo que contribuye a la sensación de refinamiento general.

En autopista, el coche se siente plantado. La asistencia al mantenimiento de carril actúa de manera sutil y permite viajar con mayor descanso, aunque algunos avisos —como el de colisión frontal en ciudad— pueden resultar algo sensibles en situaciones de tráfico denso.

En resumen, el i4 eDrive40 no es un coche que invite a buscar límites, sino un eléctrico pensado para largos recorridos, conducciones fluidas y un uso realista, donde su equilibrio dinámico brilla más que sus cifras de potencia.